31 octubre, 2024

Damnatio Memoriae

Se dice que mientras nos recuerden siempre estaremos vivos, pero ¿qué pasa si desde el Estado se busca la total eliminación de la memoria de alguien?

Hoy hablaremos sobre esta práctica, llevada a cabo durante el Imperio Romano: la damnatio memoriae.

La Damnatio Memoriae se llevaba a cabo durante la época imperial y consistía en borrar todo vestigio o registro en monumentos, inscripciones y cualquier tipo de imagen de una persona en concreto, ya fallecida, con el fin de borrar su memoria histórica.

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Sin embargo, el término Damnatio Memoriae no aparece en ningún cuerpo legislativo romano y la primera vez que se utiliza es en la obra del jurista alemán Christoph Schreiter en 1689 Dissertationem Juridicam de damnatione memoriae.







Pese a que el término hace referencia a un momento histórico concreto: el Imperio Romano, se encuentran antecedentes en época tardorepublicana, en que el condenado aún vivía y se prohibía que el nombre del condenado pasase a sus herederos (abolitio nominis).

ImagenTambién se dictaminaba la destrucción de toda su obra (rescissio actorum).

Pero aún se puede retroceder más en el tiempo, y así, encontramos esta práctica en Egipto, como cuando Tutmosis III ordenó borrar el nombre de Hatsheput, su predecesora, de documentos y......la destrucción de monumentos donde apareciese (s. XV aC).

Podemos encontrar otro ejemplo en la figura de Akenatón (Amenofis IV), que también sufrió ese intento de condena de su memoria (s. XIV aC).

En la Grecia clásica está el caso de Heróstrato de Éfeso, que en el 356 aC incendió el templo de Artemisa por afán de notoriedad y se prohibió mencionar su nombre. El término erostratismo se utiliza hoy para designar a aquel que comete actos delictivos para conseguir renombre.

Volviendo al mundo romano, la damnatio memoriae era la práctica contraria a la apotheosis, la divinización del difunto. En ambos casos la sentencia procedía del Senado.

La primera damnatio memoriae que encontramos es la de Octavio sobre Marco Antonio, cuyas estatuas fueron derribadas tal y como indica Plutarco, y seguramente sirvió como modelo a las siguientes.

Emperador romano - Wikipedia, la enciclopedia libreYa en el Imperio, la damnificación de la memoria del difunto se convirtió en un instrumento para intentar que la memoria de algunos emperadores cayesen en el olvido. Son varios los emperadores que sufrieron esta práctica, aunque solo destacaremos algunos.

Según Suetonio, Nerón (54-68) fue declarado enemigo público por el Senado mientras aún vivía. También se conocen transformaciones en varios de sus retratos, aunque posteriormente a su muerte muchos artistas siguieron representándolo.

Domiciano (81-96) sufrió también esta práctica y autores coetáneos como Plinio el Joven, Suetonio o Tácito no dudan en presentar una imagen desfavorable de él. Sus monedas y estatuas fueron fundidas, sus arcos derribados y su nombre eliminado de todos los registros públicos.

El caso de Cómodo (180-192) es singular. A su muerte, sus estatuas fueron derribadas y su nombre borrados de los registros públicos, pero Septimio Severo, tratando de vincularse con los Antoninos, decretó en 195 su restitutio memoriae y volvió a ser deificado.

Septimio Severo nombró herederos a sus hijos Geta y Caracalla, que gobernaron juntos desde 209, pero en 211 Caracalla mató a su hermano,el cual recibió, por parte del Senado, la damnatio memoriae, tal y como aparece en la Historia Augusta.

Esta práctica también la encontramos en otros personajes que no necesariamente eran emperadores, así Tácito nos informa del caso de Cneo Calpurnio Pisón (44 aC-20), que acusado de la muerte de Germánico decidió suicidarse.

Otro ejemplo, conocido gracias a Dion Casio, lo encontramos en el político y militar Lucio Elio Sejano (20 aC-31), quien conspiró para arrebatar el poder a Tiberio, del cual era confidente, mientras el emperador estaba en su retiro en Capri.

Vistos todos estos ejemplos hay que preguntarse si esta práctica era efectiva, y la respuesta es un rotundo no, pues siglos después conocemos de la existencia de estos personajes.

Se puede entender el objetivo de la damnatio memoria como una pretensión de señalar al condenado, de marcarlo como persona carente de la virtus romana, una de las virtudes públicas junto a la pietas y la fides. También hay que señalar que si alguna damnatio memoriae tuvo éxito no lo podemos saber, ya que no nos habría llegado ninguna referencia.

Pese a que el término hace referencia a un tiempo histórico concreto, podemos encontrar similitudes en épocas posteriores, medidas destinadas a borrar de la memoria histórica a personajes y enemigos políticos.

El ejemplo más claro de ello lo encontramos en la URSS. Entre 1934 y 1953 el régimen de Stalin llevó a cabo la eliminación de toda mención de nombres en registros, libros o documentos, incluso el retoque de fotografías, contra sus enemigos políticos o personas que caían en desgracia ante el dictador.

Piensa un poco....¿A quién aplicarías tú una Damnatio Memoriae  y por qué?









28 octubre, 2024

Versionar una obra maestra

¿Te imaginas que en una pintura de Miguel Ángel apareces tú y Bárbara de Braganza? 
¿O que uno de los personajes del cuadro te anuncia algo cuando pasas cerca?
¿Y si realizas una fotografía nocturna y la insertas en uno de los cuadros? 
¿Y si creas un collage con fotografías de la familia de Bárbara de Braganza simulando la Capilla Sixtina? 
¿Te imaginas bailando con Fernando VI y Bárbara de Braganza ante el Moisés de Miguel Ángel? 
¿Qué tal versionar a estos personajes en estilo videojuego? 
¿Y diseñar una versión con Inteligencia Artificial de una obra maestra de Miguel Ángel en la que aparezca un lugar emblemático de Badajoz? 

Tu tarea, mientras yo no esté, consistirá en VERSIONAR una de las obras de Miguel Ángel.

Podrás hacerlo como más te guste y usando los materiales que quieras (papel, pintura, lápices, plastilina, materiales reciclados...) 

Ten en cuenta que es una VERSIÓN TUYA, como gran artista que eres, así que no te debe salir igual a las de Miguel Ángel.




18 octubre, 2024

La Piedad de Miguel Ángel

La Piedad del Vaticano es una obra escultórica del Renacimiento italiano creada por el artista florentino Miguel Ángel Buonarroti en 1499, cuando tenía apenas 24 años de edad. Recibe este nombre porque la obra se encuentra actualmente en la capilla del Crucifijo, de la basílica de San Pedro del Vaticano.



Conocida también como la Piedad de Miguel Ángel, esta escultura es una obra maestra de la historia del arte, que le valió a Buonarroti el crecimiento de su fama. El escultor sorprendió a todos en dos aspectos. El primero, su brillante dominio de la técnica escultórica en su tierna juventud. Demostró ese dominio en el modo de trabajar el mármol, en las dimensiones naturales de la pieza y en la composición, cuando apenas tenía 24 años de edad.

En cuanto al segundo aspecto, Miguel Ángel destacó por su capacidad de desafiar la tradición artística, al representar a María más joven que Jesús y sin signos visibles de sufrimiento. Por eso es justo preguntarse qué significado se esconde detrás de la Pietà de Miguel Ángel.

Características de la Piedad del Vaticano de Miguel Ángel

La Piedad del Vaticano o Piedad de Miguel Ángel es una escultura de bulto redondo. Representa el momento en que la Virgen María recibe el cuerpo de Jesús y lo sostiene en sus brazos, justo antes de la llamada lamentación sobre Cristo muerto o planctus.

Las principales características de esta escultura resultan de las soluciones que el artista encontró para el tratamiento de la composición, el material, las dimensiones y las figuras.

Material

La Piedad es una pieza monolítica, es decir, está hecha a partir de un solo bloque de mármol blanco extraído de las montañas de Carrara, en la región de Toscana.

Se cuenta que Miguel Ángel iba personalmente hasta Carrara a escoger sus bloques de mármol. De entre todas las canteras disponibles de la época, había una veta que daba el mármol más pálido, de donde el escultor hizo sacar el bloque para la Piedad.

Esta consideración explica porqué la obra Piedad del Vaticano tiene un aspecto casi uniforme, en el que las vetas del mármol prácticamente no interfieren con la representación.

Dimensiones

La obra escultórica Piedad del Vaticano tiene unas dimensiones de 195 centímetros de ancho y 174 centímetros de alto. Se trata de una obra en tamaño natural, lo que refuerza su carácter realista ante el espectador.

Composición

piedad

La Piedad se clasifica como un conjunto escultórico de bulto entero o redondo. Se dice que es un conjunto escultórico porque alberga más de una figura, mientras que bulto entero significa que permite un desplazamiento visual alrededor de la pieza.

La composición de la Piedad está basada en un triángulo equilátero sobre una base elíptica. Esto permite desenvolver la intención de dotar a la pieza de equilibrio y estabilidad.

Figuras

La composición de la Piedad está protagonizada por dos figuras: la Virgen María y Jesucristo.

Jesucristo

Detalle Jesucristo

La figura de Jesucristo, con cabeza y brazo inclinado hacia el lado derecho, se armoniza con la figura de la Virgen María, envuelta en telas gruesas llenas de pliegues.

La cara de Jesucristo, según el propio Miguel Ángel, representa un hombre incorporado a la naturaleza humana, por lo tanto común en sus despojos mortales. Sin embargo, no vemos en la figura signos de dolor.

Virgen María

Detalle Virgen María

La monumentalidad de la Virgen María con respecto a su hijo Jesucristo sirve como elemento de corrección óptica para darle balance al conjunto escultórico. Sus proporciones se relacionan también con el carácter protagónico del personaje en esta pieza. María es el centro de atención para el espectador.

El personaje sostiene en su regazo el cuerpo de Jesús. Con la mano derecha carga su torso, mientras el peso del cuerpo se distribuye en sus piernas. La mano izquierda tiene la palma levantada hacia arriba, como en señal de oración.

La expresión de su rostro no muestra emociones. La dirección de su cabeza, contornada hacia abajo, nos hace pensar que María contempla y medita la escena en su corazón.

Técnica y modelado

piedad detalle

Llaman especialmente la atención las diferentes texturas creadas a través del modelado diferente y minucioso en cada zona. El mármol en la Piedad ha sido modelado de diferentes formas. Los pliegues de las telas en la parte inferior de la obra tienen mayor volumen, lo que da estabilidad.

El tratamiento del ropaje y sus pliegues en la parte superior es comparativamente mucho más suave y pulido que la parte inferior. Esto permite que la luz resbale por la superficie y creando más delicadeza.

La firma de Miguel Ángel en la Piedad del Vaticano

Detalle firma
Detalle de la firma de Miguel Ángel en La piedad.

La Piedad es la única obra que Miguel Ángel firmó. La razón la encontramos en una anécdota narrada en el libro de Giorgio Vasari sobre Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos.

Un día, llegó a oídos de Miguel Ángel el rumor de que un tal Gobbio, de Milán, había esculpido la magnífica obra de la Piedad del Vaticano. Indignado por la falsa atribución, y a fin de despejar cualquier duda, esa misma noche Miguel Ángel grabó su nombre en el cinto que atraviesa el pecho de la Virgen María.



17 octubre, 2024

Amar a nuestros enemigos







Uno de los sermones más revolucionarios y exigentes pronunciados por Jesús, es el llamado:

«Sermón de la Montaña»
(Mateo 5-7).






Ante sus atónitos oyentes, ese día dijo entre otras cosas:
  • que con sólo mirar se puede cometer adulterio(5, 27-28); 
  • que decirle «imbécil» a alguien equivale a matarlo (5, 21-22); 
  • que si nos hacen el mal, no debemos ofrecer resistencia (5, 38-39).


Quizás en ninguna otra parte, como aquí, Jesús resume el elevado ideal que supone el Cristianismo.

Pero el asombro llega ya al colmo, cuando Jesús exclama:


«Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian.» (5, 43-44).

Si no lo hubiera dicho Jesús nos parecería ridículo y absurdo. Aún así, cuesta creer que hable en serio. En efecto, ¿es posible mandar en el amor? ¿Alguien puede ordenarnos sentir afecto por otro?. Si la inclinación cariñosa hacia una persona es espontánea y voluntaria, ¿cómo Jesús puede obligarnos a ello? Y peor todavía ¿cómo amar a alguien que es nuestro enemigo?

Para evitar conclusiones equivocadas, es necesario averiguar qué quiso decir Jesús, y así sabemos qué es lo que en realidad exigió a sus seguidores cuando ordenó amar a los enemigos.

Todo el problema radica en que, en castellano, usamos siempre el único y mismo verbo «amar», cualquiera sea el amor o sentimiento al que nos queramos referir. Mientras que en la lengua griega, en que fueron compuestos los Evangelios, existen cuatro verbos distintos para decir «amar», cada uno con un sentido diferente.

En primer lugar tenemos el verbo erao (de donde deriva la palabra «eros» y el adjetivo «erótico»).

Significa «amar pero en sentido sexual». Se emplea siempre para referirse al afecto pasional, a la atracción mutua del hombre y la mujer en su aspecto espontáneo e instintivo. Alude, pues, al amor placentero.

Por ejemplo, en el libro de Ester se dice: «el rey Asuero amó (erao) a Ester más que a las otras mujeres de su corte» (2, 17). Y en el libro del profeta Ezequiel se lee: «Por haber hecho esto, voy a reunir a todos los que te amaron (erao) y con los cuales gozaste, y descubriré tu desnudez delante de ellos» (16, 37). Este verbo se emplea, pues, en griego, para describir al amor romántico y carnal.

Otro verbo griego que significa amar es stergo. Indica «el amor familiar», el cariño del padre por su hijo o del hijo hacia su padre.

Platón, por ejemplo, decía: «El niño ama (stergo) a quienes lo han traído al mundo, y es amado por ellos». Otro escritor griego, Filemón, expresaba: «Un padre es dulce para su hijo, cuando es capaz de amarlo (stergo)».

También en la Biblia aparece este verbo. San Pablo en su carta a los romanos les pedía: «Tened una caridad sin fingimiento, detestando el mal y uniéndose al bien; y amaos (stergo) cordialmente los unos a los otros» (12, 10). Pablo usa a propósito este verbo, pues considera que los cristianos deben sentirse miembros de una misma familia.

Stergo, entonces, alude al amor doméstico, de familia, ese amor que no se merece porque brota naturalmente de los lazos del parentesco.

Un tercer verbo griego que se emplea para decir amar es fileo. Expresa «el amor de amistad», el afecto cálido y tierno que se siente entre dos amigos. En castellano sería más apropiado traducirlo por «querer». Así, cuando Lázaro, el amigo de Jesús, se enfermó, sus hermanas mandaron a decirle:«Señor, aquél a quien tú quieres (fileo) está enfermo» (Jn 11, 2). Y cuando María Magdalena no encuentra el cadáver de Jesús en la tumba, sale corriendo para buscar a Pedro y "al otro discípulo a quien Jesús quería (fileo)» (20, 2). Y el autor de la carta a Tito se despide: «Saluda a los que nos quieren (fileo) en la fe» (3, 15).

El verbo está tan relacionado con la acción de querer con amistad, que de él se desprendió la palabra filos (amigo), muy empleado en el Nuevo Testamento.

Así, en la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor le reclama a su padre: «Hace tantos años que te sirvo y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos (filos)» (Lc 15,19). Y el mismo Jesús en la última cena al despedirse de sus apóstoles les dice: «Vosotros sois mis amigos (filos) si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 14).

Vemos, entonces, que en griego se reserva generalmente la palabra fileo para el amor de camaradería, de amistad, el que de algún modo supone una respuesta, una retribución.

Queda el cuarto y último verbo, y es agapao. Se lo utiliza para referirse al «amor de caridad», de benevolencia, de buena voluntad; el amor capaz de dar y mantenerse dando sin esperar que se le devuelva nada. Es el amor totalmente desinteresado, completamente abnegado, el amor con sacrificio.

De este verbo se deriva la palabra ágape (= amor de caridad).

Es el vocablo que usa san Juan cuando, al empezar el relato de la última cena, escribe: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos (agapao), los amó hasta el extremo» (13,1). Y cuando Jesús dice «Como el Padre me amó, yo también os he amado (agapao). Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9).

Y cuando les recuerda a los apóstoles: «Nadie tiene mayor amor (agápe) que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13).

Según esta cuarta categoría de «amor», no importa lo que una persona pueda hacer, o hacernos; no importa la forma en que nos trate, o si nos injuria u ofende. Siempre estará en nosotros la posibilidad de «amarla», que no consiste en «sentir algo» por ella sino en «hacer algo» por ella, prestarle un servicio, brindarle una ayuda, aunque afectivamente no se lo sienta.

El amor de agapao no consiste en lo afectivo sino en lo efectivo. Es un amor racional y activo. Es el amor teológico. El amor total.
Fano Jesús nos da amor | Historias de la biblia para niños ...
Para traducir al castellano estos cuatro verbos griegos tenemos una única palabra: amar. Esto hace que no siempre se capten las diferencias de cada uno.

Un ejemplo ya clásico, es el famoso episodio en el que Jesús resucitado se aparece a los apóstoles junto al lago de Tiberíades. Después de comer con ellos, preguntó a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Pedro le contestó: «Sí, Señor, tu sabes que te amo». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Luego volvió a interrogarlo: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pedro le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Jesús entonces le dijo: «Apacienta mis ovejas». Poco después le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pedro, entonces, se entristeció de que le preguntara por tercera vez, y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Y Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-7).

Este relato esconde, en griego, un juego de palabras que resulta intraducible al castellano.

En efecto, cuando Jesús pregunta por primera vez a Pedro si lo ama, usa el verbo agapao. La frase sonó así: «Simón, ¿ágapas me?» (v. 15). Pero Pedro le responde con fileo, y le dice: «Filo se». Es decir, Jesús le pregunta a Pedro si lo ama con el amor total, el amor de entrega y de servicio incondicional, el amor que compromete a fondo la vida sin esperar recompensa. Y Pedro, que días antes había traicionado al Señor, y se sabía débil e inmaduro, responde humildemente con el verbo fileo, menos pretencioso. No se siente capaz del amor supremo de agapao.

Cuando Jesús le hace por segunda vez la misma pregunta: «Simón, ¿ágapas me?» (v. 16), Pedro adivina la insistencia de su Maestro, pero nuevamente responde con el verbo fileo. Entonces Jesús, que nunca exige más allá de sus posibilidades a nadie, y que sabe esperar con paciencia el proceso de madurez de cada uno, pregunta por última vez, pero ahora en los términos que puede responder Pedro: con el verbo fileo, Y le dice: «Simón filéis me?». Entonces sí Pedro, aunque triste, se siente identificado en la pregunta, y en esos términos responde. Y Jesús lo acepta Pero le predice que su amor no quedará allí. Que crecerá, madurará, y logrará al agapao requerido, pues un día llegará a dar su vida por el Maestro (Jn 21, 18-19).

Aunque sabemos que Jesús hablaba en arameo, el evangelista Juan puso este diálogo en su boca para dejarnos una preciosa lección.

Volviendo ahora a la frase de Jesús, cuando ordenó amar a la enemigos no utilizó el verbo erao, ni stergo, ni fileo sino agapao. Y con esta precisión, podemos descubrir mejor qué fue lo que quiso enseñar. Jesús nunca pidió que amáramos a nuestros enemigos del mismo modo que amamos a nuestros seres queridos. No pretendía que sintiéramos el mismo afecto que sentimos por nuestro/a cónyuge, nuestros familiares, o nuestros amigos. Si hubiera querido esto habría empleado otros verbos.

El amor que Jesús exige aquí es otro. Es el ágape. Y éste no consiste en un sentimiento, ni en algo del corazón. Si dependiera de nuestro afecto, no solamente sería una orden imposible de cumplir sino además absurda, ya que nadie puede obligarnos a sentir afecto.

El ágape que Jesús pide consiste en una decisión, una actitud, una determinación que pertenece a la voluntad. Es decir que invita a "amar" inclusive en contra de los sentimientos que experimentamos instintivamente. El amor que ordena no obliga a sentir aprecio o estima por quien nos ha ofendido, ni devolver la amistad a quien nos ha agraviado o defraudado. No. Lo que pide es la capacidad de ayudar y prestar un servicio de caridad, si algún día nos necesita aquél que una vez nos ofendió.

Con tres breves comentarios, el mismo Jesús se encarga de explicar, en el Evangelio de Lucas, el alcance del amor a los enemigos (6, 27-28).

En primer lugar dice: «Hacedles el bien». No sólo prohíbe la venganza de las ofensas recibidas, sino que manda ayudarlos si alguna vez están en dificultades y necesitan de nosotros. Es lo que dice san Pablo: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber». Y agrega citando al libro de los Proverbios: «Haciendo esto amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza» (Rom 12,20). Se entiende que por el remordimiento y la turbación, puesto que él verá que es nuestro enemigo mientras que nosotros no somos enemigos de él.

En segundo lugar pide: «Bendecidlos». Y bendecir significa «decir bien», «hablar bien» de alguien. No se trata, ciertamente, de mentir virtudes ajenas, ni de decir que alguien es bueno cuando en realidad es malo, ni de alabarlo cuando no se lo merece. Bendecir significa poder hablar bien de alguien que se lo merece y es justo hacerlo, aún cuando tenemos algo contra él o nos resulta antipático.

En tercer lugar agrega: «Rezad por ellos». Orar por alguien que lo necesita, aunque sea enemigo nuestro, es una manera de enviar a su corazón la gracia de Dios. Y nunca la gracia de Dios sobre nuestro enemigo puede resultar perniciosa para nosotros. Al contrario, nuestra oración lo beneficiará y tendremos, así, a alguien menos enemigo. Además, nadie puede rezar en favor de otro y seguir con el mismo resentimiento. Sucede algo en el interior del que reza que le impide sentir el rencor de antes.Orar por alguien que nos ha ofendido es la forma más segura de empezar a sanar las heridas interiores. Es, pues, una manera de rezar también por nosotros.

Queda por aclarar una última cuestión. Mucha gente se siente culpable porque perdona pero no olvida. Y cree que eso está mal pero no puede evitarlo.

El perdón, ¿implica necesariamente el olvido?

Para tranquilidad de los cristianos, debemos decir que no, que no es necesario olvidar. Porque la memoria es una facultad que obra independientemente de nuestra voluntad. La prueba está en que muchas veces nos proponemos olvidar situaciones desagradables vividas, y no podemos. Y otras veces queremos recordar cosas y no lo logramos.

Por lo tanto, cuando una persona resulta ofendida, si tiene buena memoria o si la ofensa fue muy grande, posiblemente la recordará toda su vida, y no tiene la culpa. Por eso el perdón no supone necesariamente el olvido. Uno puede perdonar, y seguir recordando la ofensa. Puede disculpar un agravio, y evocarlo espontáneamente cada tanto a causa de su buena memoria.

Lo que sí no debe hacerse es traer a la memoria constantemente, y por propia voluntad, los recuerdos desagradables y las injurias sufridas, para mantenerlas vivas. Esa sería una manera enfermiza de recordar.

Amad a vuestros enemigos. | Amad a vuestros enemigos, Evangelio ...¿Por qué razón los cristianos debemos tener amor por nuestros enemigos, actitud de servicio para nuestros ofensores, buena voluntad para con todos? Jesús lo explica: porque así nos parecemos más a Dios. El actúa de esa forma. «El Padre que está en el cielo hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justo e injustos» (Mt 5, 45).

Esta actitud de Dios puede resultarnos desconcertante. Incluso los judíos se sentían conmovidos e impresionados por la extraordinaria benevolencia que Dios demuestra tanto por los santos como por los pecadores.

Una leyenda judía cuenta que cuando los egipcios, persiguiendo a los israelitas durante el éxodo, se hundieron en las aguas del Mar Rojo, los ángeles en el cielo entonaron cánticos de alegría.

Pero Dios los hizo callar y les reprochó con tristeza: «La obra de mis manos acaba de perecer ahogada en el mar, ¿y vosotros me cantáis un himno de alabanza?». El amor de Dios es así de universal.

Su auxilio, su disponibilidad, su protección, son para todos los hombres, sean creyentes o ateos, sea que lo amen o lo ofendan. Y así también debe ser nuestro amor. Es el único modo de volvernos semejantes a él.

Piensa y contesta


1) ¿Cuántas palabras diferentes se empleaban en el griego bíblico para expresar el verbo "amar"?
2) ¿Qué diferencias hay entre cada una de ellas?
3) ¿En qué momentos del día a día deberíamos utilizar cada una de ellas?
4)¿Qué características debe tener el amor cristiano hacia los enemigos?
5)¿Tienes algún enemigo o persona a la que no hayas perdonado?¿por qué no lo has hecho? 
6)¿Cómo es tu trato para con ella? 
7)¿Podrías cambiar este trato?¿Qué te impide cambiar?





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