26 noviembre, 2025

Cuando los hombres suben al cielo… y Dios baja a la tierra

En el Imperio Romano existía otra práctica tan fascinante como reveladora: la apotheosis, es decir, la divinización de un ser humano después de su muerte.

Si la damnatio memoriae era la condena al olvido, la apotheosis era lo contrario: convertir al difunto en inmortal.

Pero… ¿Qué tiene que ver esto con la Navidad?
Mucho más de lo que parece.


¿Qué era la apotheosis?

En Roma, tras la muerte de ciertos emperadores, el Senado podía declarar  oficialmente:

Ha pasado de hombre a dios

El ritual incluía:

  • funerales públicos espectaculares,

  • un águila elevándose desde la pira funeraria,

  • la creencia simbólica de que el alma ascendía al cielo.

Ejemplos famosos:

  • Julio César, proclamado divino tras su asesinato.

  • Augusto, el primer emperador oficialmente deificado.

  • Marco Aurelio, también honrado con apotheosis.

El mensaje político era claro:

No solo gobernaron en vida.
También gobiernan desde la eternidad.

La divinización legitimaba dinastías, reforzaba poder y convertía al emperador en una figura intocable.


Pero aquí viene la paradoja

Mientras Roma proclamaba:
Algunos hombres suben a ser dioses.

La Navidad anuncia exactamente lo contrario:

Dios se hace hombre.

No asciende: desciende.
No reclama poder: renuncia a él.
No nace en mármol: nace en un pesebre.

La apotheosis empieza en un palacio.
La Navidad empieza fuera del sistema.


Navidad: la anti–apotheosis

En la lógica romana, la grandeza se demostraba así:

  • más poder,
  • más gloria,
  • más distancia entre dioses y humanos.

En la lógica cristiana:

la grandeza está en acercarse, no en alejarse.

La Navidad no diviniza al hombre,
sino que humaniza a Dios.

La apotheosis dice:

“El hombre se eleva para ser como Dios.”

La encarnación responde:

“Dios se baja para estar con el hombre.”

Y eso cambia todo.

Un Dios que no sube: baja

El cristianismo no comienza con un héroe coronado, sino con un niño vulnerable.

No con un Senado votando divinidad, sino con pastores sorprendidos.

No con propaganda imperial, sino con silencio y pobreza.

La Navidad afirma algo escandaloso para el mundo antiguo:

la verdadera grandeza no necesita imponerse.
Solo necesita amar.

Para pensar 

  1. ¿Por qué al ser humano le ha fascinado siempre la idea de “ser más que humano”?

  2. ¿Qué revela de nuestra cultura la obsesión por la fama, la imagen o la admiración?

  3. ¿Qué significa que Dios no compita con el ser humano, sino que lo acompaña?

  4. ¿Cómo cambia la visión de la Navidad si la entendemos como cercanía y no como espectáculo?

No hay respuestas perfectas.
Solo preguntas que ensanchan la mirada.