1. ¿Qué realidades o grupos quedan hoy fuera de la memoria colectiva?
La memoria colectiva es como esas fotos de grupo en las que, sin querer, siempre hay alguien al que cortamos por un lado.
No lo hacemos a propósito, pero pasa.Quedan fuera quienes no hacen ruido, quienes no tienen poder, quienes no caben en la narrativa triunfal que nuestra sociedad quiere contar:
* Las personas mayores que viven solas y ya no salen en “la foto de lo importante”.
* Las personas migrantes que sostienen miles de trabajos invisibles.
* La gente sin hogar, porque mirar duele y preferimos no ver.
* Los que cuidan (madres, abuelos, profesionales), siempre presentes pero rara vez reconocidos.
* Quienes están enfermos o no pueden seguir el ritmo frenético que se exige.
* Las víctimas de historias no contadas: guerras, violencia, silencios oficiales.
* Los jóvenes que no encajan en “lo que se espera” de ellos.
La memoria colectiva no es un reflejo: es una selección.
Y toda selección deja fuera vidas que merecen ser recordadas.
2. Si la Navidad devolviera visibilidad, ¿a quién tendría que poner en el centro este año?
La Navidad auténtica —la que no sale en anuncios de colonias— pone en el centro justamente lo que el mundo deja en los bordes.Si la Navidad recuperara su fuerza original, entonces este año pondría en el centro:
* A quienes han pasado el año sin ser escuchados.
* A los que han sufrido pérdidas que nadie ve.
* A quien trabaja cuando los demás descansan.
* A los olvidados por las estadísticas.
* A los que hacen el bien en silencio, sin fotos ni likes.
* A los que no reciben regalos porque cada día luchan solo por sobrevivir.
* A los que están cansados, rotos o desanimados.
Quizá la pregunta más importante no es a quién pondría la Navidad en el centro, sino: ¿a quién puedo poner yo?
3. ¿Por qué recordar es un acto de justicia y no solo de nostalgia?
Recordar no es mirar atrás con suspiros y mantita, como si fueran fotos antiguas en blanco y negro.
Recordar es hacer presente aquello que podría perderse para siempre.
Es un acto de justicia porque:
* Impide que la historia la escriban solo los vencedores.* Da voz a quienes la perdieron.
* Nombra lo que alguien quiso borrar.
* Repara simbólicamente heridas que no deben repetirse.
* Reconoce que hubo vidas que importaron, aunque el mundo nunca les aplaudiera.
La nostalgia puede ser sentimental. Pero la memoria es ética.
Y cada vez que recordamos a alguien que no tiene voz, estamos haciendo justicia en su nombre.
4. ¿Qué pequeño gesto tuyo evita que alguien quede invisible?
No hacen falta grandes revoluciones.
A veces basta un gesto mínimo, casi ridículo a los ojos del mundo, pero gigantesco para quien lo recibe:
* Decir “hola” por su nombre a quien nunca es saludado.
* Escuchar sin prisa.
* Mandar un mensaje para preguntar cómo está alguien.
* Sentarse con quien normalmente está solo.
* Dar gracias a quien siempre sirve y casi nunca recibe reconocimiento.
* Defender a alguien que está siendo ignorado.
* Acompañar un rato, aunque tengas mil cosas que hacer.
Un pequeño gesto —uno solo— puede cambiar el día entero de alguien.
Y ese día, esa persona deja de ser invisible.
5. ¿A quién le aplicarías tú una damnatio memoriae y por qué?
Esta es la pregunta más inquietante.
Porque la damnatio memoriae —borrar a alguien de la historia— no habla tanto de la persona condenada… sino de quién decide borrar.
Aquí puedes reflexionar con dos caminos posibles:
Camino 1: crítica social.
¿A quién borrarías simbólicamente porque su influencia es tóxica, dañina o destructiva?
Por ejemplo:
* discursos de odio,
* líderes que manipulan,
* personajes que convierten la mentira en norma,
* modelos que destruyen la dignidad humana.
Pero cuidado: eliminar la memoria no siempre soluciona el problema; a veces lo esconde.
Camino 2: reflexión personal profunda.
¿A qué partes de ti mismo les aplicarías una damnatio memoriae?
* Miedos que te paralizan.
* Ideas que te dijeron que no eras suficiente.
* Heridas que ya no te definen.
* Miradas injustas que te creíste.
Borrar lo que te hace daño también es un acto de libertad.