Se dice que mientras nos recuerden siempre estaremos vivos, pero ¿qué pasa si desde el Estado se busca la total eliminación de la memoria de alguien?
Hoy hablaremos sobre esta práctica, llevada a cabo durante el Imperio Romano: la damnatio memoriae.
La Damnatio Memoriae se llevaba a cabo durante la época imperial y consistía en borrar todo vestigio o registro en monumentos, inscripciones y cualquier tipo de imagen de una persona en concreto, ya fallecida, con el fin de borrar su memoria histórica.
Sin embargo, el término Damnatio Memoriae no aparece en ningún cuerpo legislativo romano y la primera vez que se utiliza es en la obra del jurista alemán Christoph Schreiter en 1689 Dissertationem Juridicam de damnatione memoriae.
Pese a que el término hace referencia a un momento histórico concreto: el Imperio Romano, se encuentran antecedentes en época tardorepublicana, en que el condenado aún vivía y se prohibía que el nombre del condenado pasase a sus herederos (abolitio nominis).
Pero aún se puede retroceder más en el tiempo, y así, encontramos esta práctica en Egipto, como cuando Tutmosis III ordenó borrar el nombre de Hatsheput, su predecesora, de documentos y......la destrucción de monumentos donde apareciese (s. XV aC).
Podemos encontrar otro ejemplo en la figura de Akenatón (Amenofis IV), que también sufrió ese intento de condena de su memoria (s. XIV aC).
En la Grecia clásica está el caso de Heróstrato de Éfeso, que en el 356 aC incendió el templo de Artemisa por afán de notoriedad y se prohibió mencionar su nombre. El término erostratismo se utiliza hoy para designar a aquel que comete actos delictivos para conseguir renombre.
Volviendo al mundo romano, la damnatio memoriae era la práctica contraria a la apotheosis, la divinización del difunto. En ambos casos la sentencia procedía del Senado.
La primera damnatio memoriae que encontramos es la de Octavio sobre Marco Antonio, cuyas estatuas fueron derribadas tal y como indica Plutarco, y seguramente sirvió como modelo a las siguientes.
Ya en el Imperio, la damnificación de la memoria del difunto se convirtió en un instrumento para intentar que la memoria de algunos emperadores cayesen en el olvido. Son varios los emperadores que sufrieron esta práctica, aunque solo destacaremos algunos.
Según Suetonio, Nerón (54-68) fue declarado enemigo público por el Senado mientras aún vivía. También se conocen transformaciones en varios de sus retratos, aunque posteriormente a su muerte muchos artistas siguieron representándolo.
Domiciano (81-96) sufrió también esta práctica y autores coetáneos como Plinio el Joven, Suetonio o Tácito no dudan en presentar una imagen desfavorable de él. Sus monedas y estatuas fueron fundidas, sus arcos derribados y su nombre eliminado de todos los registros públicos.
El caso de Cómodo (180-192) es singular. A su muerte, sus estatuas fueron derribadas y su nombre borrados de los registros públicos, pero Septimio Severo, tratando de vincularse con los Antoninos, decretó en 195 su restitutio memoriae y volvió a ser deificado.
Septimio Severo nombró herederos a sus hijos Geta y Caracalla, que gobernaron juntos desde 209, pero en 211 Caracalla mató a su hermano,el cual recibió, por parte del Senado, la damnatio memoriae, tal y como aparece en la Historia Augusta.
Esta práctica también la encontramos en otros personajes que no necesariamente eran emperadores, así Tácito nos informa del caso de Cneo Calpurnio Pisón (44 aC-20), que acusado de la muerte de Germánico decidió suicidarse.
Otro ejemplo, conocido gracias a Dion Casio, lo encontramos en el político y militar Lucio Elio Sejano (20 aC-31), quien conspiró para arrebatar el poder a Tiberio, del cual era confidente, mientras el emperador estaba en su retiro en Capri.
Vistos todos estos ejemplos hay que preguntarse si esta práctica era efectiva, y la respuesta es un rotundo no, pues siglos después conocemos de la existencia de estos personajes.
Se puede entender el objetivo de la damnatio memoria como una pretensión de señalar al condenado, de marcarlo como persona carente de la virtus romana, una de las virtudes públicas junto a la pietas y la fides. También hay que señalar que si alguna damnatio memoriae tuvo éxito no lo podemos saber, ya que no nos habría llegado ninguna referencia.
Pese a que el término hace referencia a un tiempo histórico concreto, podemos encontrar similitudes en épocas posteriores, medidas destinadas a borrar de la memoria histórica a personajes y enemigos políticos.
El ejemplo más claro de ello lo encontramos en la URSS. Entre 1934 y 1953 el régimen de Stalin llevó a cabo la eliminación de toda mención de nombres en registros, libros o documentos, incluso el retoque de fotografías, contra sus enemigos políticos o personas que caían en desgracia ante el dictador.