17 octubre, 2024

Amar a nuestros enemigos







Uno de los sermones más revolucionarios y exigentes pronunciados por Jesús, es el llamado:

«Sermón de la Montaña»
(Mateo 5-7).






Ante sus atónitos oyentes, ese día dijo entre otras cosas:
  • que con sólo mirar se puede cometer adulterio(5, 27-28); 
  • que decirle «imbécil» a alguien equivale a matarlo (5, 21-22); 
  • que si nos hacen el mal, no debemos ofrecer resistencia (5, 38-39).


Quizás en ninguna otra parte, como aquí, Jesús resume el elevado ideal que supone el Cristianismo.

Pero el asombro llega ya al colmo, cuando Jesús exclama:


«Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian.» (5, 43-44).

Si no lo hubiera dicho Jesús nos parecería ridículo y absurdo. Aún así, cuesta creer que hable en serio. En efecto, ¿es posible mandar en el amor? ¿Alguien puede ordenarnos sentir afecto por otro?. Si la inclinación cariñosa hacia una persona es espontánea y voluntaria, ¿cómo Jesús puede obligarnos a ello? Y peor todavía ¿cómo amar a alguien que es nuestro enemigo?

Para evitar conclusiones equivocadas, es necesario averiguar qué quiso decir Jesús, y así sabemos qué es lo que en realidad exigió a sus seguidores cuando ordenó amar a los enemigos.

Todo el problema radica en que, en castellano, usamos siempre el único y mismo verbo «amar», cualquiera sea el amor o sentimiento al que nos queramos referir. Mientras que en la lengua griega, en que fueron compuestos los Evangelios, existen cuatro verbos distintos para decir «amar», cada uno con un sentido diferente.

En primer lugar tenemos el verbo erao (de donde deriva la palabra «eros» y el adjetivo «erótico»).

Significa «amar pero en sentido sexual». Se emplea siempre para referirse al afecto pasional, a la atracción mutua del hombre y la mujer en su aspecto espontáneo e instintivo. Alude, pues, al amor placentero.

Por ejemplo, en el libro de Ester se dice: «el rey Asuero amó (erao) a Ester más que a las otras mujeres de su corte» (2, 17). Y en el libro del profeta Ezequiel se lee: «Por haber hecho esto, voy a reunir a todos los que te amaron (erao) y con los cuales gozaste, y descubriré tu desnudez delante de ellos» (16, 37). Este verbo se emplea, pues, en griego, para describir al amor romántico y carnal.

Otro verbo griego que significa amar es stergo. Indica «el amor familiar», el cariño del padre por su hijo o del hijo hacia su padre.

Platón, por ejemplo, decía: «El niño ama (stergo) a quienes lo han traído al mundo, y es amado por ellos». Otro escritor griego, Filemón, expresaba: «Un padre es dulce para su hijo, cuando es capaz de amarlo (stergo)».

También en la Biblia aparece este verbo. San Pablo en su carta a los romanos les pedía: «Tened una caridad sin fingimiento, detestando el mal y uniéndose al bien; y amaos (stergo) cordialmente los unos a los otros» (12, 10). Pablo usa a propósito este verbo, pues considera que los cristianos deben sentirse miembros de una misma familia.

Stergo, entonces, alude al amor doméstico, de familia, ese amor que no se merece porque brota naturalmente de los lazos del parentesco.

Un tercer verbo griego que se emplea para decir amar es fileo. Expresa «el amor de amistad», el afecto cálido y tierno que se siente entre dos amigos. En castellano sería más apropiado traducirlo por «querer». Así, cuando Lázaro, el amigo de Jesús, se enfermó, sus hermanas mandaron a decirle:«Señor, aquél a quien tú quieres (fileo) está enfermo» (Jn 11, 2). Y cuando María Magdalena no encuentra el cadáver de Jesús en la tumba, sale corriendo para buscar a Pedro y "al otro discípulo a quien Jesús quería (fileo)» (20, 2). Y el autor de la carta a Tito se despide: «Saluda a los que nos quieren (fileo) en la fe» (3, 15).

El verbo está tan relacionado con la acción de querer con amistad, que de él se desprendió la palabra filos (amigo), muy empleado en el Nuevo Testamento.

Así, en la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor le reclama a su padre: «Hace tantos años que te sirvo y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos (filos)» (Lc 15,19). Y el mismo Jesús en la última cena al despedirse de sus apóstoles les dice: «Vosotros sois mis amigos (filos) si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15, 14).

Vemos, entonces, que en griego se reserva generalmente la palabra fileo para el amor de camaradería, de amistad, el que de algún modo supone una respuesta, una retribución.

Queda el cuarto y último verbo, y es agapao. Se lo utiliza para referirse al «amor de caridad», de benevolencia, de buena voluntad; el amor capaz de dar y mantenerse dando sin esperar que se le devuelva nada. Es el amor totalmente desinteresado, completamente abnegado, el amor con sacrificio.

De este verbo se deriva la palabra ágape (= amor de caridad).

Es el vocablo que usa san Juan cuando, al empezar el relato de la última cena, escribe: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos (agapao), los amó hasta el extremo» (13,1). Y cuando Jesús dice «Como el Padre me amó, yo también os he amado (agapao). Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9).

Y cuando les recuerda a los apóstoles: «Nadie tiene mayor amor (agápe) que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13).

Según esta cuarta categoría de «amor», no importa lo que una persona pueda hacer, o hacernos; no importa la forma en que nos trate, o si nos injuria u ofende. Siempre estará en nosotros la posibilidad de «amarla», que no consiste en «sentir algo» por ella sino en «hacer algo» por ella, prestarle un servicio, brindarle una ayuda, aunque afectivamente no se lo sienta.

El amor de agapao no consiste en lo afectivo sino en lo efectivo. Es un amor racional y activo. Es el amor teológico. El amor total.
Fano Jesús nos da amor | Historias de la biblia para niños ...
Para traducir al castellano estos cuatro verbos griegos tenemos una única palabra: amar. Esto hace que no siempre se capten las diferencias de cada uno.

Un ejemplo ya clásico, es el famoso episodio en el que Jesús resucitado se aparece a los apóstoles junto al lago de Tiberíades. Después de comer con ellos, preguntó a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Pedro le contestó: «Sí, Señor, tu sabes que te amo». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Luego volvió a interrogarlo: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pedro le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Jesús entonces le dijo: «Apacienta mis ovejas». Poco después le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pedro, entonces, se entristeció de que le preguntara por tercera vez, y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Y Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-7).

Este relato esconde, en griego, un juego de palabras que resulta intraducible al castellano.

En efecto, cuando Jesús pregunta por primera vez a Pedro si lo ama, usa el verbo agapao. La frase sonó así: «Simón, ¿ágapas me?» (v. 15). Pero Pedro le responde con fileo, y le dice: «Filo se». Es decir, Jesús le pregunta a Pedro si lo ama con el amor total, el amor de entrega y de servicio incondicional, el amor que compromete a fondo la vida sin esperar recompensa. Y Pedro, que días antes había traicionado al Señor, y se sabía débil e inmaduro, responde humildemente con el verbo fileo, menos pretencioso. No se siente capaz del amor supremo de agapao.

Cuando Jesús le hace por segunda vez la misma pregunta: «Simón, ¿ágapas me?» (v. 16), Pedro adivina la insistencia de su Maestro, pero nuevamente responde con el verbo fileo. Entonces Jesús, que nunca exige más allá de sus posibilidades a nadie, y que sabe esperar con paciencia el proceso de madurez de cada uno, pregunta por última vez, pero ahora en los términos que puede responder Pedro: con el verbo fileo, Y le dice: «Simón filéis me?». Entonces sí Pedro, aunque triste, se siente identificado en la pregunta, y en esos términos responde. Y Jesús lo acepta Pero le predice que su amor no quedará allí. Que crecerá, madurará, y logrará al agapao requerido, pues un día llegará a dar su vida por el Maestro (Jn 21, 18-19).

Aunque sabemos que Jesús hablaba en arameo, el evangelista Juan puso este diálogo en su boca para dejarnos una preciosa lección.

Volviendo ahora a la frase de Jesús, cuando ordenó amar a la enemigos no utilizó el verbo erao, ni stergo, ni fileo sino agapao. Y con esta precisión, podemos descubrir mejor qué fue lo que quiso enseñar. Jesús nunca pidió que amáramos a nuestros enemigos del mismo modo que amamos a nuestros seres queridos. No pretendía que sintiéramos el mismo afecto que sentimos por nuestro/a cónyuge, nuestros familiares, o nuestros amigos. Si hubiera querido esto habría empleado otros verbos.

El amor que Jesús exige aquí es otro. Es el ágape. Y éste no consiste en un sentimiento, ni en algo del corazón. Si dependiera de nuestro afecto, no solamente sería una orden imposible de cumplir sino además absurda, ya que nadie puede obligarnos a sentir afecto.

El ágape que Jesús pide consiste en una decisión, una actitud, una determinación que pertenece a la voluntad. Es decir que invita a "amar" inclusive en contra de los sentimientos que experimentamos instintivamente. El amor que ordena no obliga a sentir aprecio o estima por quien nos ha ofendido, ni devolver la amistad a quien nos ha agraviado o defraudado. No. Lo que pide es la capacidad de ayudar y prestar un servicio de caridad, si algún día nos necesita aquél que una vez nos ofendió.

Con tres breves comentarios, el mismo Jesús se encarga de explicar, en el Evangelio de Lucas, el alcance del amor a los enemigos (6, 27-28).

En primer lugar dice: «Hacedles el bien». No sólo prohíbe la venganza de las ofensas recibidas, sino que manda ayudarlos si alguna vez están en dificultades y necesitan de nosotros. Es lo que dice san Pablo: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber». Y agrega citando al libro de los Proverbios: «Haciendo esto amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza» (Rom 12,20). Se entiende que por el remordimiento y la turbación, puesto que él verá que es nuestro enemigo mientras que nosotros no somos enemigos de él.

En segundo lugar pide: «Bendecidlos». Y bendecir significa «decir bien», «hablar bien» de alguien. No se trata, ciertamente, de mentir virtudes ajenas, ni de decir que alguien es bueno cuando en realidad es malo, ni de alabarlo cuando no se lo merece. Bendecir significa poder hablar bien de alguien que se lo merece y es justo hacerlo, aún cuando tenemos algo contra él o nos resulta antipático.

En tercer lugar agrega: «Rezad por ellos». Orar por alguien que lo necesita, aunque sea enemigo nuestro, es una manera de enviar a su corazón la gracia de Dios. Y nunca la gracia de Dios sobre nuestro enemigo puede resultar perniciosa para nosotros. Al contrario, nuestra oración lo beneficiará y tendremos, así, a alguien menos enemigo. Además, nadie puede rezar en favor de otro y seguir con el mismo resentimiento. Sucede algo en el interior del que reza que le impide sentir el rencor de antes.Orar por alguien que nos ha ofendido es la forma más segura de empezar a sanar las heridas interiores. Es, pues, una manera de rezar también por nosotros.

Queda por aclarar una última cuestión. Mucha gente se siente culpable porque perdona pero no olvida. Y cree que eso está mal pero no puede evitarlo.

El perdón, ¿implica necesariamente el olvido?

Para tranquilidad de los cristianos, debemos decir que no, que no es necesario olvidar. Porque la memoria es una facultad que obra independientemente de nuestra voluntad. La prueba está en que muchas veces nos proponemos olvidar situaciones desagradables vividas, y no podemos. Y otras veces queremos recordar cosas y no lo logramos.

Por lo tanto, cuando una persona resulta ofendida, si tiene buena memoria o si la ofensa fue muy grande, posiblemente la recordará toda su vida, y no tiene la culpa. Por eso el perdón no supone necesariamente el olvido. Uno puede perdonar, y seguir recordando la ofensa. Puede disculpar un agravio, y evocarlo espontáneamente cada tanto a causa de su buena memoria.

Lo que sí no debe hacerse es traer a la memoria constantemente, y por propia voluntad, los recuerdos desagradables y las injurias sufridas, para mantenerlas vivas. Esa sería una manera enfermiza de recordar.

Amad a vuestros enemigos. | Amad a vuestros enemigos, Evangelio ...¿Por qué razón los cristianos debemos tener amor por nuestros enemigos, actitud de servicio para nuestros ofensores, buena voluntad para con todos? Jesús lo explica: porque así nos parecemos más a Dios. El actúa de esa forma. «El Padre que está en el cielo hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justo e injustos» (Mt 5, 45).

Esta actitud de Dios puede resultarnos desconcertante. Incluso los judíos se sentían conmovidos e impresionados por la extraordinaria benevolencia que Dios demuestra tanto por los santos como por los pecadores.

Una leyenda judía cuenta que cuando los egipcios, persiguiendo a los israelitas durante el éxodo, se hundieron en las aguas del Mar Rojo, los ángeles en el cielo entonaron cánticos de alegría.

Pero Dios los hizo callar y les reprochó con tristeza: «La obra de mis manos acaba de perecer ahogada en el mar, ¿y vosotros me cantáis un himno de alabanza?». El amor de Dios es así de universal.

Su auxilio, su disponibilidad, su protección, son para todos los hombres, sean creyentes o ateos, sea que lo amen o lo ofendan. Y así también debe ser nuestro amor. Es el único modo de volvernos semejantes a él.

Piensa y contesta


1) ¿Cuántas palabras diferentes se empleaban en el griego bíblico para expresar el verbo "amar"?
2) ¿Qué diferencias hay entre cada una de ellas?
3) ¿En qué momentos del día a día deberíamos utilizar cada una de ellas?
4)¿Qué características debe tener el amor cristiano hacia los enemigos?
5)¿Tienes algún enemigo o persona a la que no hayas perdonado?¿por qué no lo has hecho? 
6)¿Cómo es tu trato para con ella? 
7)¿Podrías cambiar este trato?¿Qué te impide cambiar?





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Moisés de Miguel Ángel

La escultura de Moisés de Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) fue tallada entre los años 1513 y 1515, en la época del Cinquecento del Renacimiento italiano, y se encuentra actualmente en la basílica de San Pietro in Vincoli en Roma, Italia.



La escultura fue un encargo del Papa Julio II (Giulio II en italiano) para su mausoleo en la basílica donde se encuentra actualmente.

Moisés representa al Moisés bíblico en el libro del Éxodo. La obra retrata el momento en que Moisés desciende del monte Sinaí con la tabla de los diez mandamientos y se encuentra con los israelitas adorando a un becerro de oro.

Moisés está enmarcado por otras siete figuras secundarias que constituyen en su conjunto la fachada de la tumba del papa Julio II. Al lado derecho e izquierdo de Moisés, personaje principal, se encuentran Raquel y Lea, las hermanas descritas en el libro de Génesis que se involucran en un enredo matrimonial de cuyos descendientes forman el linaje de Jacob.

La escultura de Moisés está hecha de mármol, mide 253 centímetros de alto y se encuadra dentro del realismo.

Análisis de Moisés de Miguel Ángel

Moisés está hecha de un solo bloque de mármol de Carrara, lugar predilecto para mármoles de buena calidad.

El escultor Miguel Ángel consiguió darle un realismo extremo a Moisés aplicando la técnica de contrapposto, que, a pesar de ser usada en figuras en pie, logra aplicarla a esta pieza. En efecto, se consiguen distinguir los fundamentos básicos de esta técnica que consiste en el soporte del peso del cuerpo en una pierna o lado creando un contrapeso del cuerpo que obliga al torso a crear una pequeña curvatura en forma de s.

Moisés es una obra hecha en la etapa más madura en el arte de Miguel Ángel. El dominio del contrapposto, realizado a la perfección en su escultura David, se intensifica con el dominio de la creación de movimiento en potencia observado en Moisés.

A pesar del personaje estar sentado, el lenguaje corporal, la forma en que sujeta las tablas con los diez mandamientos mientras juega con su larga barba y la posición sentada de pasividad que contrasta con su expresión de acción otorga a la escultura de Moisés una dimensión más profunda y humana.

Una de las características que llama la atención en la escultura de Moisés de Miguel Ángel son dos protuberancias que salen de la cabeza. Los expertos explican que esta representación de algunos personajes de la Biblia era común debido a la traducción errónea de la palabra hebrea que indica rayo (karan) por keren, palabra hebrea que significa cuerno.

La complejidad en la expresión del Moisés, abarcando distintas emociones a la vez, aproxima a Miguel Ángel al manierismo propio de los artistas del Bajo Renacimiento (úitlmas décadas del Renacimiento) y, poco a poco, este cede el paso al movimiento cultural barroco que aparece después de la escuela del Renacimiento y es, en algunos aspectos, contrario a este.

EL CUIDADO DE LA CREACIÓN DE DIOS

Hay muchas cosas que podemos aprender de la forma de ver el mundo. Una de ellas, es el cuidado y preocupación por la naturaleza, algo que las personas a menudo descuidamos y que también forma parte del plan redentor de Dios. 

La tierra está en peligro debido al uso indiscriminado y no sostenible de los recursos naturales. Todo ello nos debe mover a tener cuidado de la creación porque ponemos en peligro la supervivencia de la humanidad. La tierra está seriamente amenazada, si seguimos obrando como hasta ahora, podríamos destruir la herencia que recibimos y comprometer el futuro de las nuevas generaciones. 

El modelo de desarrollo que hemos adoptado se basa en una economía que destruye la naturaleza que se ve frágil e indefensa ante los intereses económicos y tecnológicos. Las intervenciones sobre los recursos naturales no pueden arrasar irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de la misma humanidad.

Los problemas ambientales más serios a los que se enfrenta nuestro planeta por
decir algunos son:

 Cambio Climático. La enorme mayoría de los científicos creen que las actividades humanas están afectando al clima actualmente.

 La pérdida de biodiversidad puede ser relacionada directamente con los comportamientos humanos, que hemos destruido y continuamos destruyendo diariamente el hábitat de las especies.

 Falta de agua. Muchos expertos creen que, en el futuro próximo, el agua será un producto tan preciado como el oro y el petróleo. Actualmente, un tercio de los humanos tienen acceso inadecuado a agua fresca y limpia.

 Acidificación de los océanos. Un efecto directo de la producción excesiva de CO2. Los océanos absorben hasta el 25% de las emisiones de carbono humanas. En los últimos 250 años, la acidez del océano ha aumentado aproximadamente un 30%.

 Contaminación. Suelo, agua y aire son contaminados por compuestos químicos que tardan años en disolverse. La mayoría de estos químicos son resultado de nuestro estilo de vida y son creados por la industria y por los vehículos de motor. Algunos de los tóxicos más comunes son: metales, nitratos y plásticos.

 Desgaste de la capa de ozono.

 Deforestación. Desde 1990 se han destruido más de la mitad de los bosques del mundo, y la deforestación continúa.



Los capítulos 1 y 2 de Génesis nos enseñan que Dios es el creador de todo lo
existente, ya lo hemos comentado, se nos menciona también que tras acabar la
creación, el propio Dios declaró que todo lo creado era bueno. 

Es importante esta afirmación, ya que al ser declarada buena por Dios, la creación tiene un valor intrínseco, es valiosa en sí misma, no lo es por el hecho de que contribuya al sostén del género humano, no lo es sólo porque nosotros podamos sacar provecho de ella. La belleza de la naturaleza es un reflejo de la bondad de Dios. Un reflejo que es necesario respetar, proteger y conservar. En conclusión, la tierra es valiosa por ser obra de Dios y reflejo de su bondad y amor por nosotros.

Es importante destacar que nunca se le dio al ser humano la propiedad sobre la
creación, sino la responsabilidad del cuidado de la misma. 

Cuando Dios le dio a la familia humana el dominio sobre la creación, Dios esperó que fuéramos administradores responsables del regalo con el cual Dios nos confió. Somos administradores de la tierra, no sus dueños. 

La tierra es un don de Dios para todos; Dios nos la cedió para sacar de ella lo necesario para vivir, Dios bendijo este mundo con una superabundancia de recursos que deberían ser más que suficientes para satisfacer las necesidades de todas las personas ahora y para todas las generaciones futuras. 

Es nuestra responsabilidad como administradores responsables (que deberíamos ser) que usemos los recursos de este mundo sabiamente para que todas las personas, ahora y en el futuro, puedan beneficiarse justamente de la bondad y abundancia con la que Dios ha hecho este mundo. 







1. Haz un cartel para concienciar a los demás que entre todos debemos proteger y salvar a nuestro planeta tierra, haciendo hincapié en algo muy concreto que podamos hacer en Badajoz.


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