20 de noviembre de 1820 en mitad del océano Pacífico el ballenero Essex divisa un gran banco de cachalotes y al capitán le hacen los ojos chiribitas porque eso eran una gran suma de dinero cuando capturaran, descuartizaran y vendieran a las ballenas.
Sin embargo no fue tan fácil como parecía capturar a los cachalotes ya que uno, mucho más grande que los demás, plantó cara y se fue a por el Essex y lo hundió en las profundidades del océano. El ballenato también desapareció para siempre.
Aquel cacholate inspiró, 30 años después, al escritor norteamericano Herman Melville su novela Moby-Dick.
Y así fue cómo las ballenas pasaron en la mente de los humanos a ser unas asesinas. Se las convirtió en monstruos. Pero si nos paramos a pensarlo, en la tragedia del Essex quien tenía razón era la ballena: que no la hubieran molestado y ella no hubiera atacado.
Hasta que nos dimos cuenta que teníamos que salvar a las ballenas y «liberar a Willy» cinco veces (¿O ya son 6?) pasaron más de XX siglos.

Pero el miedo humano a estas criaturas marinas no es del siglo XIX, ni se extendió con la novela Moby Dick. Mucho antes, ya la Torá, en la Biblia en el AT y en el Corán aparecen Jonás y la ballena.
La ballena mala malísima que se comió a Jonás representa a Satanás y Jonás es el incrédulo que al final es salvado por Dios.
Los pobres cetáceos arrastran mala fama desde los tiempos del Antiguo Testamento.
Y aunque siempre me despisto y acabo hablando de otra cosa, la clase de hoy, he empezado hablándoos de ballenas, porque va de una ballena, la que según el ANTIGUO TESTAMENTO se tragó a Jonás sin masticar.
Tarde o temprano la desobediencia nos trae consecuencias negativas.
No hay que esperar a ser castigados para entender las cosas.
1.- ¿Cuál ha sido la última vez que has desobedecido y qué consecuencias te ha traído?
(Mínimo 100 palabras)